El aluminio y el acero galvanizado son dos materiales que se utilizan habitualmente en los proyectos de construcción.
Ambos tienen sus ventajas y desventajas, pero también son muy diferentes a su manera.
En primer lugar, el aluminio es un metal y tiene todos los atributos del metal, es decir, es dúctil (puede estirarse en alambres finos), resistente a la corrosión (no se oxida), flexible (se dobla sin romperse) y un buen conductor térmico (transfiere bien el calor).
El aluminio también es resistente a la intemperie y puede mecanizarse, alargarse en alambres y chapas o soldarse.
Por último, el aluminio produce aleaciones junto con otros metales, y las aleaciones de aluminio son conocidas por sus propiedades de ligereza y rentabilidad.
Por otro lado, el acero galvanizado se obtiene sumergiendo el acero al carbono en zinc fundido que se adhiere al acero como una fina película.
El acero es una aleación de hierro, conocida por su resistencia, y se utiliza como material de construcción de obras públicas en versiones de chapa ondulada, chapa lisa y chapa en rollo, y también podemos usarlo en productos de mobiliario, iluminación, decoración… que necesiten tener más solidez y que tengan que estar a la intemperie.
Puede corroerse, y para hacerlo no corrosivo es necesario el proceso de galvanización del acero.
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